Hoy quiero hablarles un poco sobre un asunto que nos presenta varios problemas: nuestros niveles de consumo de combustibles fósiles.
El problema de la contaminación
Podemos empezar por el problema más obvio: las emisiones de gases de efecto invernadero.1 Costa Rica es un país que se enorgullece de ser "verde" y amigable con el medio ambiente. Tenemos una matriz de electrificación bastante limpia, con mucha energía hidroeléctrica, y algo de energía geotérmica y eólica. Pero, cuando se trata de transportarnos, todavía dependemos mucho de los combustibles fósiles, como la gasolina y el diésel.
De hecho, de toda la energía que consumimos en el país, prácticamente la mitad proviene de los combustibles fósiles.
El impacto del consumo de combustibles es tan grande, que explica casi la totalidad de las emisiones de gases de efecto invernadero en Costa Rica.
Tenemos entonces un conflicto: dependemos profundamente de los combustibles fósiles, al tiempo que los queremos evitar. Este conflicto podría tomar un tiempo en ser resuelto, pero hoy observamos algunos avances prometedores.
Nuestro consumo de combustibles se dedica en un alto porcentaje al transporte y es ahí donde hay que atacar el problema. Si, por ejemplo, lográramos sustituir nuestra flota vehicular por una flota de vehículos eléctricos, disminuiríamos drásticamente el uso de combustibles. Y acá, vamos por buen camino. Cada vez hay más vehículos eléctricos en Costa Rica. Por ejemplo, para el año 2023, el 12% de los vehículos particulares que se importaron al país fueron eléctricos, contra un 7% en el 2022 y un 3% en el 2021. Vemos entonces una tendencia de crecimiento acelerado. ¿Puede sostenerse en el tiempo?
Al menos en la categoría de vehículos particulares, uno podría especular que sí se pueda sostener la tendencia. Si observamos el crecimiento histórico del consumo de combustibles, este crecimiento ha sido más marcado en gasolina súper. Esto quiere decir que el crecimiento en el consumo de combustibles viene de gente que tiene vehículos de alto desempeño que requieren gasolina especial o de gente con mucho ingreso disponible que, sin necesitar gasolina de alto octanaje, decide usarla para “chinear el carrito”. Ambos grupos pertenecen a estratos sociales más prósperos y no sería extraño pensar que se parezcan más a los compradores de autos eléctricos. Además, cada día se discute con más seriedad la electrificación de las flotas de transporte de personas y de carga liviana.
Pero, si avanzamos rápidamente en la sustitución de la flota vehícular, y disminuimos el consumo de combustibles fósiles, todo está solucionado, ¿no?
Pues sí y no. Resulta ser que nuestra dependencia de los combustibles oculta un par de problemas adicionales.
El problema del tipo de cambio
En Costa Rica existe una dinámica particular de oferta y demanda en el mercado mayorista de dólares.
Tenemos de un lado la oferta de dólares. Los costarricenses acuden a los bancos y otros intermediarios a comprar y vender dólares y, en agregado, venden más dólares de lo que compran. Esto es lo que se conoce como el “superávit de ventanillas”. Los intermediarios no tienen interés en mantener ese excedente de dólares (o visto del otro lado, ese faltante de colones) y van al mercado mayorista en la plataforma de MONEX a ofrecer dólares.
Del otro lado tenemos la demanda de dólares. El gran aparato del estado costarricense (que conocemos como el sector público no bancario, SPNB) requiere dólares para cumplir sus funciones: se usan dólares para hacer pagos a la deuda interna y externa denominada en esa moneda, se usan dólares para operar las embajadas alrededor del mundo, y se usan dólares para hacer compras especializadas en el extranjero, pero sobre todo, sobre todo, se usan dólares para que RECOPE pague los combustibles que importamos al país. El Banco Central actúa en nombre del gobierno haciendo todas estas compras, también en MONEX.
Si quisiéramos resumir de forma simplificada el mercado mayorista de dólares podríamos verlo así: el sector privado, exportador neto de bienes y servicios, tiene en su poder muchos dólares que quiere cambiar por colones; del otro lado, el sector público necesita comprar muchos dólares, para cubrir sus gastos en moneda extranjera, en particular la compra de combustibles. Hasta hace algunos años, el encuentro entre estos dos grandes participantes estaba equilibrado, y gracias a ese equilibrio, el tipo de cambio de colones por dólares mantenía relativa estabilidad.
Podríamos imaginarlo como un encuentro entre Godzilla (el sector privado vendedor de dólares) y King Kong (el sector público comprador de dólares). Este enfrentamiento ha sido históricamente equilibrado, sin muchas consecuencias dramáticas en el precio de la moneda.
Sin embargo, en la segunda parte de 2022, y sobre todo en 2023, vimos algo muy particular. El equilibrio se perdió. Después de muchos años, vimos un sector privado que ofrecía muchos más dólares de los que el sector público requería comprar. En el siguiente gráfico podemos ver la evolución de la oferta y la demanda mayorista de dólares, y entender un poco la dimensión del desequilibrio.
De repente, el mismo King Kong de toda la vida estaba enfrentando un Mega Godzilla. La disparidad entre ambos lados del mercado causó una variación acelerada en el tipo de cambio, como no se había visto desde que se permitió la flotación cambiaria en Costa Rica.
Pero, ¿no estábamos hablando de combustibles? Pues sí. La importación de combustibles había sido el elemento crítico que equilibraba el mercado mayorista de dólares, con una demanda sólida año con año.
¿Qué pasa entonces si empezamos a usar menos combustibles? Pues tendremos menos necesidad de comprar dólares para pagar los combustibles importados. En unos años, esa demanda constante y predecible de dólares puede reducirse considerablemente.
Nuestro mercado cambiario tendrá que enfrentar entonces una oferta de dólares que crece aceleradamente, acompañada de la eventual desaparición de una de sus grandes fuentes de demanda de dólares.
El problema fiscal
Hay otra consecuencia de dejar de usar combustibles, y es que son una fuente importante de financiamiento del gobierno.
Más o menos el 7% de los ingresos del gobierno provienen del Impuesto Único a los Combustibles. Esto es un monto importantísimo, que equivale, por ejemplo, a la quinta parte de lo que se gasta en salarios. O al doble de lo que se gasta en inversión.
Los impuestos a los combustibles son la cuarta fuente de ingresos más importantes del sector público, luego de los impuestos de renta, ventas y aduanas. Perder esta fuente de ingresos en los próximos años puede contribuir a desestabilizar los presupuestos públicos, y nos puede forzar a buscar rápidamente otras fuentes alternativas de ingreso.
Conclusión
Nuestra economía (y alguno que otro de nosotros) tiene una adicción a consumir combustibles. Pero esta adicción, lejos de preocuparnos, se ha convertido en algo que damos por hecho.
Aprovechamos entonces para construir sobre el cimiento de este hecho. Como vimos arriba, tenemos instituciones y dinámicas enteras de mercado que dependen, en alguna medida, de que sigamos consumiendo combustibles como hasta hoy.
Pero, ¿qué pasa si esto cambia?
En los próximos años podríamos vernos confrontados con el final de los niveles actuales de consumo de combustibles. Y toda la estructura económica que se sustenta en el uso de combustibles podría dejar de existir en un periodo relativamente corto.
¿Sabemos con qué la vamos a sustituir?
Hay otras dimensiones de contaminación asociada al uso de combustibles, como la contaminación con partículas pesadas y la contaminación sónica, pero me enfoco en los gases de efecto invernadero, que presentan riesgos mayores.
Excelente como siempre amigo Humberto, no sabes cómo me alegras el lunes al leerte de nuevo. Un abrazo